viernes, 26 de septiembre de 2008

Ejercicio de composición de imágenes literarias

Betuel Bonilla Rojas

Ese ser llamado Anrula vive en un país tan lejano que todos los intentos de describirlo (el país) tienen que fracasar, pues la descripción de una región, incluida la más exótica, sólo está bien conseguida cuando se toma como referencia algo comparable y conocido. Yo, por ejemplo, quiero hablar de árboles: pues entonces, será cuestión de árboles que, como cabellos de mujer, ondean lentamente, de acá para allá, como torrentes de agua, pero no horizontalmente, sino en vertical, hacia arriba, como llamas, pero tampoco exactamente. Hasta para una descripción tan vaga recurro a todo género de imágenes conocidas: árboles, cabellos de mujer, agua, llamas.

A partir del siguiente ejemplo, extraído del cuento “Anrula”, de Michael Ende, intente hablar mediante imágenes comparativas, bien a través de símiles, de metáforas o de hipérboles, de los siguientes elementos de la cotidianidad:

a) Un hombre calvo:
____________________________________________________________________
b) Un perro callejero:
____________________________________________________________________
c) Una fila en un banco:
____________________________________________________________________
d) Un niño recién nacido:
____________________________________________________________________

Raymond Carver


Raymond Carver

Escritor y poeta estadounidense nacido en Clatskanie, Oregón. Vivió en docenas de lugares trabajando en ocupaciones ocasionales y mal pagadas, debatiéndose en la más absoluta de las pobrezas, con un matrimonio destrozado, con graves problemas de alcohol durante varios años. Además de libros de poemas, Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), publicó cuatro volúmenes de relatos que lo acreditaron como uno de los mejores escritores norteamericanos de la década: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983) y Tres rosas amarillas (1988). Los libros de Carver están formados por relatos cortos que reflejan los dramas aparentemente más triviales, las catástrofes silenciosas de la gente más común, que poseen la capacidad de provocar una impresión fortísima, una indeleble conmoción. Dotado de un apreciable escepticismo y resentimiento, mediante una técnica escueta y directa, carente de adornos estilísticos, casi minimalista, dibuja una gama de anónimos perdedores de una sociedad que parece haberse olvidado de ellos: desempleados, alcohólicos, divorciados, seres solitarios que van hacia la deriva y que no tienen otra cosa que hacer sino mirar la televisión, evitando mirar a su propio interior y comprobar que no son más que sombras cargadas de desesperanza. En 1988, cuando estaba en su mejor momento, porque había dejado de beber, tenía una estimulante relación amorosa con la poeta Tess Gallagher y se había convertido en el mejor cuentista vivo estadounidense, se le detectó un cáncer de pulmón. Murió en Port Angeles, Washington ese mismo año.

Dos cuentos breves de Raymond Carver

EL PADRE
Raymond Carver

El bebé estaba en una canasta al lado de la cama, y llevaba puesto un pelele y un gorro blanco. La canasta de mimbre estaba recién pintada, acolchada con pequeños edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro. Las tres hermanitas y la madre, que se acababa de levantar de la cama y aún no se había despertado del todo, y la abuela, rodeaban todas al bebé y observaban cómo miraba con fijeza y de cuando en cuando se llevaba el puño a la boca. No sonreía ni reía, pero a veces parpadeaba y movía la lengua entre los labios cuando una de las niñas le pasaba la mano por la barbilla.
El padre estaba en la cocina y les oía jugar con el bebé.
―¿A quién quieres tú pequeñín? ―dijo Phyllis―, y le hizo cosquillas en la barbilla.
―Nos quiere a todos ―dijo Phyllis―, pero al que quiere de veras es a papá, ¡porque papá también es chico!
La abuela se sentó en el borde de la cama y dijo:
―¡Mirad su bracito! Tan gordo. ¡Y esos deditos! Igualitos que los de su madre.
―¿No es una preciosidad? ―dijo la madre―. Tan sano, mi niñito. ―Se inclinó sobre la cuna, besó al bebé en la frente y tocó la colcha que le tapaba el brazo―. Nosotros también le queremos.
―¿Pero a quién se parece, a quién se parece? ―exclamó Alice, y todas ellas se acercaron a la canasta para ver a quién se parecía.
―Tiene los ojos bonitos ―dijo Carol.
―Todos los bebés tienen los ojos bonitos ―dijo Phyllis.
―Tiene los labios del abuelo ―dijo la abuela―. Fijaos en esos labios.
―No sé... ―dijo la madre―. No sabría decir.
―¡La nariz! ¡La nariz! ―gritó Alice.
―¿Qué pasa con su nariz? ―preguntó la madre.
―En la nariz se parece a alguien ―dijo la niña.
―No, no sé... ―dijo la madre―. No creo.
―Esos labios... ―dijo entre dientes la abuela―. Esos deditos... ―dijo, destapando la mano del bebé y extendiéndole los menudos dedos.
―¿A quién se parece este niño?
―No se parece a nadie ―dijo Phyllis. Y todas se acercaron aún más a la canasta.
―Ya sé! ¡Ya sé! ―dijo Carol―. ¡Se parece a papá! Todas miraron al bebé de muy cerca.
―¿Pero a quién se parece su papá? ―preguntó Phyllis.
―¿A quién se parece papá? ―repitió Alice, y entonces todas ellas miraron a la vez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a ellas.
―¡Vaya, a nadie! ―dijo Phyllis, y se puso a lloriquear un poco.
―Calla ―dijo la abuela, apartando la mirada. Luego volvió a mirar al bebé.
―¡Papá no se parece a nadie! ―dijo Alice.
―Pero tendrá que parecerse a alguien ―dijo Phyllis, secándose los ojos con una de las cintas. Y todas salvo la abuela miraron al padre, que seguía sentado en la cocina.
Se había dado la vuelta en su silla y tenía la cara pálida y sin expresión.


MECÁNICA POPULAR
Raymond Carver

Aquel día, temprano, el tiempo cambió y la nieve se deshizo y se volvió agua sucia. Delgados regueros de nieve derretida caían de la pequeña ventana ―una ventana abierta a la altura del hombro― que daba al traspatio. Por la calle pasaban coches salpicando. Estaba oscureciendo. Pero también oscurecía dentro de la casa.
Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.
¡Estoy contenta de que te vayas! ¡Estoy contenta de que te vayas!, gritó. ¿Me oyes?
Él siguió metiendo sus cosas en la maleta.
¡Hijo de perra! ¡Estoy contentísima de que te vayas! Empezó a llorar. Ni siquiera te atreves a mirarme a la cara, ¿no es cierto?
Entonces ella vio la fotografía del niño encima de la cama, y la cogió.
Él la miró; ella se secó los ojos y se quedó mirándole fijamente, y después se dio la vuelta y volvió a la sala.
Trae aquí eso, le ordenó él.
Coge tus cosas y lárgate, contestó ella.
Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, miró a su alrededor antes de apagar la luz. Luego pasó a la sala.
Ella estaba en el umbral de la cocina, con el niño en brazos.
Quiero el niño, dijo él.
¿Estás loco?
No, pero quiero al niño. Mandaré a alguien a recoger sus cosas.
A este niño no lo tocas, advirtió ella.
El niño se había puesto a llorar, y ella le retiró la manta que le abrigaba la cabeza.
Oh, oh, exclamó ella mirando al niño.
Él avanzó hacia ella.
¡Por el amor de Dios!, se lamentó ella. Retrocedió unos pasos hacia el interior de la cocina.
Quiero el niño.
¡Fuera de aquí!
Ella se volvió y trató de refugiarse con el niño en un rincón, detrás de la cocina. Pero él les alcanzó. Alargó las manos por encima de la cocina y agarró al niño con fuerza.
Suéltalo, dijo.
¡Apártate! ¡Apártate!, gritó ella.
El bebé, congestionado, gritaba. En la pelea tiraron una maceta que colgaba detrás de la cocina.
Él la aprisionó contra la pared, tratando de que soltara al niño. Siguió agarrando con fuerza al niño y empujó con todo su peso.
Suéltalo, repitió.
No, dijo ella. Le estás haciendo daño al niño.
No le estoy haciendo daño.
Por la ventana de la cocina no entraba luz alguna. En la oscuridad él trató de abrir los aferrados dedos ella con una mano, mientras con la otra agarraba al niño, que no paraba de chillar, por un brazo, cerca del hombro.
Ella sintió que sus dedos iban a abrirse. Sintió que el bebé se le iba de las manos.
¡No!, gritó al darse cuenta de que sus manos cedían.
Tenía que retener a su bebé. Trató de agarrarle el otro brazo. Logró asirlo por la muñeca y se echó hacia atrás.
Pero él no lo soltaba.
Él vio que el bebé se le escurría de las manos, y estiró con todas sus fuerzas. Así, la cuestión quedó zanjada.



jueves, 18 de septiembre de 2008

Minicuento cubano contemporáneo

NOTA DE PRENSA
Hugo Luis Sánchez González (Cuba)

Se informa a la ciudadanía que el horizonte ha desaparecido. Valiéndose de la noche, el enemigo ha obrado de manera pérfida, como nos tiene acostumbrados, y al amanecer nuestras fuerzas han podido constatar a todo lo largo de la isla que ya no existe la línea del horizonte. Si aquellos que nos quieren destruir piensan que con ello van a mellar nuestra fe en el porvenir, ya deberían tener por sabido que a nosotros nada nos asusta, que el futuro nos pertenece por entero, que nuestros principios son indoblegables y que, ante todo, estamos consagrados y somos inmortales. A quienes creyeron que veíamos en el horizonte un símbolo de esperanza, también debemos recordarles que la fe va dentro de nosotros mismos, que nos acompaña como la gloria eterna, que la historia así lo ha confirmado y que ningún espejismo, por real que parezca, nos va a engañar. Y aun más, si pudieron en sólo unas horas borrar el horizonte, con ello no han hecho más que demostrar que el horizonte fue un invento, una patraña para tratar de engatusarnos y confundirnos. Lo que verdaderamente ha ocurrido es que el horizonte jamás existió, fue una quimera que nos inocularon con la finalidad de alocar nuestra brújula y hacernos adictos a las ilusiones. Nosotros permaneceremos firmes, inclaudicables detrás de las trincheras que hemos cavado en el suelo de la Patria y que, por lo tanto, son sagradas. Si ya no hay horizonte, son ellos quienes se lo pierden.
REBECA
Ariadna Arias Martínez (Cuba)

A los dieciséis Rebeca será violada en su propia casa. Intentará suicidarse sin conseguirlo. Tendrá que lidiar con el trauma toda su vida. No por mucho tiempo… A los veinticuatro le diagnosticarán una leucemia que la dejará respirar sólo dos años.
En los últimos días Rebeca sentirá lástima de sí. Romperá sus proyectos y dejará de visitar espiritistas. Esperará a quedarse sola para vaciar una botella de alcohol sobre su cuerpo. Correrá encendida hacia la calle. Morirá.
Ya en el ataúd, Rebeca no podrá exhibir su rostro. Se alegrará de que así sea. Escuchará a la gente conversar ante una caja de madera sin la certeza de que ella está dentro.
MENTA (Cuba)
Jorge Fernández Era

Nuestro personaje vive en un apartamento del último piso. Merienda un caramelo y arroja al vacío la envoltura tras convertirla en una diminuta esfera. La pelotita cae justo sobre el ojo del conductor de un auto que desvía el rumbo, roza un muro y se araña. El tipo llega malhumorado al hospital a cumplir su faena como cirujano, pica donde no debe a un paciente y lo manda a terapia intensiva. La madre del enfermo se ataca de los nervios y prende candela al almacén del centro hospitalario. Al almacenero se le imputa negligencia, pierde el trabajo, llega a casa y, para descargar su rabia, la emprende a golpes con su inocente mujer, hija de un representante en la ONU. Éste recibe el fax con la noticia minutos antes de arengar contra un país vecino por asuntos de disputas territoriales. En el plenario se exalta y lanza tres palabrotas a la delegación oponente. La nación ofendida, en voz de su Presidente, jura vengar la afrenta y declara la guerra de inmediato. El primer cohete impacta en la azotea del edifico donde reside adivinen quién.

EL POETA Y EL REY
José Antonio Michelena Gutiérrez (Cuba)

En sus primeras composiciones el poeta mencionó al rey sin alabarlo. Fue encarcelado. Pero el monarca ordenó ponerlo en libertad.
En su siguiente trabajo el poeta se refirió a los héroes. Los funcionarios le recordaron que había escrito de batallas sin nombrar al rey. Y eso no estaba bien. Podía volver a la cárcel.
El poeta le cantó al amor. Le dijeron que el amor al rey era lo primero y él lo omitió. Su libertad pendía de un hilo.
Mientras, la fama del poeta crecía. Sus composiciones, aunque sin respaldo de la corona, se conocían en todo el reino.
Cuando el poeta dijo que los mayores enemigos estaban en el reino, fue castigado. Pasó varios meses en la construcción de una muralla; después, cantó las hazañas de los constructores. Su poema se convirtió en himno y fue condecorado.
En lo adelante, cada poema suyo, cualquiera que fuera su tema y tratamiento, triunfaba en todo el reino, e incluso más allá de las murallas. Comenzaron los viajes del poeta.
Entonces compuso un poema laudatorio, el mayor que se le había hecho al soberano.
Y fue ajusticiado.


domingo, 14 de septiembre de 2008

La metáfora: propuesta de ejercicios

Este es un trabajo de Ramón Iván Suárez Caamal, que incluye, además de los ejercicios, una valiosa aproximación teórica a la metáfora como el recurso literario más a mano para la elaboración de imágenes en la escritura.

1. Escribe algunas imágenes tomando de modelo estos versos de Carlos Pellicer:

ESTUDIO
Esta fuente no es más que el varillaje
de la sombrilla
que hizo andrajos el viento.
Estas flores no son más que un poco de agua
llena de confeti.
Esa nube es mi camisa
que se llevó el viento.
Esa ventana es un agujero
discreto o indiscreto.
¿El viento? Acaba de pasar un tren
con demasiados pasajeros...


Ø Este árbol es _____________________________________________________________
Ø Esta luna es ______________________________________________________________
Ø La noche es ______________________________________________________________
Ø Aquella mosca es _________________________________________________________



2. Inventa greguerías:

Cuando pescamos en las aguas profundas y transparentes de la imaginación a veces muerden el anzuelo las greguerías, raros peces descubiertos por el escritor español don Ramón Gómez de la Serna. Él las define así: Humor + Metáfora = Greguería. Podríamos agregar que es una imagen, producto de asociar dos realidades con algún punto de semejanza. Van algunas:

Ø Las grandes mariposas encuadernan el aire.
Ø Los que hablan por teléfono, fuman en pipa por el oído.
Ø Los lagartos siempre están en concurso de bostezos.
Ø Sastre siniestro compra telarañas.
Ø Cuando llueve Dios toma fotografías.
Ø Después del eclipse, la luna se lava la cara para quitarse el tizne.


3. Nicolás Guillén, uno de los grandes poetas cubanos, en su libro El gran Zoo, transforma en animales a los objetos y las personas:

RELOJ
Quiróptero
de una paciencia extraordinaria
no exenta de crueldad,
sobre todo
con los ajedrecistas y los novios.
Sin embargo
es cordial a las 3 menos 1/4
tanto como a las 9 y 15, los únicos momentos
en que estaría dispuesto a darnos un abrazo.

—¿Por qué nombra quiróptero al reloj?
—¿En qué se basa para afirmar que es cruel con los ajedrecistas y los novios?
—¿Por qué a las dos horas que indica en su poema el reloj es cordial?

Ø Escribe greguerías con el tema del reloj:
—Todas las horas tienen siempre un cierre de tijeras: le cortan un mechón al tiempo.
—El reloj con segundero le hace cosquillas a la hora.
—A las doce en punto el reloj acaricia sus antenas.


4. Lee el siguiente texto e, igual que Orlando González Esteva, nombra de nuevo el mundo:

UNA PALABRA QUISIERA
Una palabra quisiera
ser distinta a lo que acaba
de decir, o ser un poco
todas las demás palabras.

La palabra nube quiere
decir pez, y el pez se llama
Flor, y toda flor quisiera
ser conocida por Alba.

A los cuerpos se les dice
Cuerpos pero son Aldabas,
y las aldabas son Olas,
y las olas no se cansan
de ser pájaros blanquísimos,
constelaciones, estatuas
que celebran en el viento
bailes, desfiles de máscaras.

Una palabra quisiera
ser distinta a la que acaba
de decir, o ser un poco
todas las demás palabras.


Ø Juega con los significados y escribe tu poema:

1. Luna. 2.Árbol. 3. Lápiz. 4. Espejo. 5. Sol. 6. Naranja. 7. Noche. 8. Hojas. 9. Tinta. 10. Mar. 11. Libro. 12. Tijeras.

Ejemplo: La palabra luna quiere ser árbol y da frutos luminosos...


5. El gato-poético.

¿Te acuerdas de aquel pasatiempo llamado en algunas partes gato y en otras tres en raya? Se juega por parejas. Adaptado a la creación poética adopta estas modalidades:

a). Se enlistan nueve sustantivos (corresponden a las tiradas o participaciones de ambos).
b). Se enlistan nueve verbos en infinitivo (corresponden a las posiciones).
c). Se enlistan nueve recursos poéticos (comparaciones, metáforas, paronomasias, etc.)

No deben coincidir los números de las tres listas.

Sustantivos (tiradas): 1. libro. 2. Árbol. 3. Papeles. 4. Mar. 5. Sombrero. 6. Casa. 7. Hoja. 8. Zapato. 9. Esmeralda.

Verbos en infinitivo: (posición): 4. Soltar. 5. Nadar. 6. Caminar. 7. Llorar. 8. Reír. 9. Escribir. 1. Seguir. 2. Jugar. 3. Pintar.

Recursos literarios: 8: La puerta del sol. 9. Voz de silencios. 1. como una jaula sin voces. 2. Trinos que tiritan turbios. 3. Ojos como frutas. 4. Lagarto de niebla. 5. El tenor de los conciertos matutinos. 6. Lluvia sin sentido. 7. Collar de caracoles.

Se pone una cruz y un óvalo en la figura y, de acuerdo con ello, se relacionan los tres enlistados.

(Tirada 1, posición 6): El libro camina en una lluvia sin sentido.
(Tirada 2, posición 3): ¿Qué escribirías?
___________________________________, etc.

6. En el siguiente poema de Williams Carlos Williams la realidad externa y el mundo interior del poeta se mezclan y nace una nueva realidad que sólo existe en el poema:

Que la serpiente espere bajo
su yerbal
y la escritura
sea de palabras lentas y rápidas, pronta
a morder, tranquilas en la espera,
insomnes, por la máscara reconciliar
a la gente con las piedras.
Compón. (No hay ideas
sino en las cosas). ¡Inventa!
Saxífraga es mi flor que parte
las rocas...

·Desarrolla tres textos poéticos breves a partir de un objeto: MÁSCARA, abordando tres puntos de vista diferentes: describir la máscara a través de imágenes, usar la máscara como un pretexto para hablar de tus estados interiores; mezclar, por ejemplo, máscara y poesía para crear una realidad nueva.


7. Usa los pies poéticos:

Noé Jitrik en una entrevista asienta:
—¿A partir de qué escribe poesía?
—Yo diría que a partir de frases. De repente una frase me ocupa un espacio. Esa frase no aparece en cualquier momento, no es el fruto de una casualidad o de un sueño, sino que está vinculada con una cierta apertura sobre el discurso poético. Previamente hay periodos de una cierta disposición a ver las cosas desde el punto de vista del discurso poético, una forma parcial de indagación no manifestada como un deseo muy claro. Esa actitud de indagación crea una apertura; dentro de esa apertura hay frases que permiten construir una idea poética que luego se empieza a desarrollar. Creo que, si no idealizo demasiado, ése es el mecanismo...

ALGUNAS FRASES POÉTICAS:

Ø Las flores muertas se envuelven con sus pétalos...
Ø La noche cuenta con su ábaco de estrellas...
Ø No el amor, la muerte es quien nos dicta...
Ø El tiempo es un espejo...
Ø Un niño derriba el panal de las palabras...
Ø También el agua tiene labios...
Ø Tanta luz tienen las páginas vacías...
Ø En el espanto de las tibias...
Ø Por qué se aleja el río y sus pañuelos...
Ø Mi alegría es aquel papagayo...
Ø ¿Acaso el viento existe porque sus sílabas nos tocan?
Ø Quiebra ramas la luna...
Ø Aroman las palabras esta hoja...
Ø Rema el tiempo su relojería...
Ø No vivimos, amamos lo imposible...

(Inventa nuevas frases poéticas y a partir de ellas, escribe tu poema).

Ana María Shua


Ana María Shua nació en Buenos Aires en 1951. Desde sus primeros poemas, reunidos en El sol y yo, ha publicado más de cuarenta libros. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente el premio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim) y La muerte como efecto secundario (Premio Club de los XIII y Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en novela). Cuatro de sus libros abordan el microrrelato: La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas. También ha escrito libros de cuentos: Los días de pesca, Viajando se conoce gente y Como una buena madre. Con Miedo en el sur obtuvo el Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en el género cuento. Recibió varios premios nacionales e internacionales por su producción infantil-juvenil. Sus cuentos figuran en antologías editadas en diversos países del mundo. Algunas de sus novelas han sido publicadas en Brasil, España, Italia, Alemania y los Estados Unidos.

Minicuentos de Ana María Shua

LA SUEÑERA
Ana María Shua (Argentina)

Mi hija usa la misma palabra para llamar a los pies, a los pájaros y a los ombligos. Esto es un pie, hija mía, y no un pájaro, la corrijo con severidad, tomando entre mis manos uno de sus piececitos tibios, palpitantes, alados y cubiertos de plumas.


¡ARRIAD EL FOQUE!
Ana María Shua (Argentina)

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

Raúl Brasca

Autor de cuentos y ensayos, se ha dedicado en los últimos años especialmente a la microficción. En 1989 fundó, con otros cuatro escritores, la revista Maniático Textual que estuvo en quioscos y librerías hasta 1994. Compiló varias antologías, fue jurado de cuento en el Fondo Nacional de las Artes, jurado y panelista en la Feria del libro de Buenos Aires, disertante en la de Bahía Blanca y es referato frecuente en revistas de crítica literaria. Colabora con bibliográficas en el suplemento de cultura del diario La Nación.
Ha publicado La flor del día, Trofeos de la lectura, antología de microficciones, Desde la Gente, Buenos Aires, 2007. (En colaboración con Luis Chitarroni), Todo tiempo futuro fue peor, microficciones propias, Mondadori - Sudamericana, Buenos Aires, 2006. L'edonista e altri racconti, cuentos propios, Falzea Editore, Reggio, Italia, 2006.

martes, 9 de septiembre de 2008

Minicuentos

FELINOS
Raúl Brasca (Argentina)

Algo sucede entre el gato y yo. Estaba mirándolo desde mi sillón cuando se puso tenso, irguió las orejas y clavó la vista en un punto muy preciso del ligustro. Yo me concentré en él tanto como él en lo que miraba. De pronto sentí su instinto, un torbellino que me arrasó. Saltamos los dos a la vez. Ahora ha vuelto al mismo lugar de antes, se ha relajado y me echa una mirada lenta como para controlar que todo está bien. Ovillado en mi sillón, aguardo expectante su veredicto. Tengo la boca llena de plumas.


TRAVESÍA
Raúl Brasca (Argentina)

Caminaban a la par. Se habían jurado lealtad y que dividirían todo por mitades. Frente al desierto, igualaron el peso de sus alforjas y se internaron seguros. No los doblegaron la impiedad del sol ni el rigor de la noche y cuando se les acabó la comida repartieron el agua en partes iguales. Pero la arena era interminable. Paulatinamente, el paso se les hizo más lento, dejaron de hablar, evitaron mirarse. El día en que, con vértigo aterrador, sintieron que desfallecían, se abrazaron y, hombro a hombro, siguieron andando. Cayeron exhaustos al atardecer. Durmieron. Ya había amanecido cuando uno de ellos despertó sobresaltado: le faltaba parte de un muslo. El otro, que lo comía, continuó indiferente, terminó, volvió a tenderse, y como si completara un gesto irrevocable, atendió a la mano que su amigo le alargaba y le dio el cuchillo.


AMOR I
Raúl Brasca (Argentina)

A ella le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un sentimiento equívoco y de otro equivocado. Somos felices.
TRIÁNGULO CRIMINAL
Raúl Brasca (Argentina)

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo ―todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar― yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Taller José Eustasio Rivera, Renata Neiva


Ejercicios de estilo

Ejercicios de Estilo[1]
RAYMOND QUENEAU[2]
Traducción: Antonio Fernández Ferrer

"En el transcurso de los años treinta, estuvimos escuchando juntos (Michel Leiris y yo) en la sala Pleyel un concierto en el que se interpretaba el Arte de la Fuga. Me acuerdo que lo seguimos muy apasionadamente y que, al salir, nos dijimos que sería muy interesante hacer algo de ese tipo en el plano literario (considerando la obra de Bach, no desde el ángulo del contrapunto y fuga, sino como construcción de una obra por medio de variaciones que proliferaran hasta el infinito en torno a un tema bastante nimio".
En efecto, fue acordándome de Bach muy conscientemente como escribí Ejercicios de Estilo, y muy en especial de esa sesión de la sala Pleyel; pero, ¿era, seguro, antes de la guerra? En cualquier caso, fue mayo del 42 cuando compuse los doce primeros (que, además, han quedado como los doce primeros del libro); pensaba limitarme a eso y titulé este modesto intento Dodecaedro, porque, como es sabido, ese bello poliedro tiene doce caras. El director de una revista muy distinguida que aparecía entonces en zona llamada libre mayo del 42 y que me había pedido un «texto», me devolvió el Dodecaedro con aire consternado, incluso diría con tristeza, como si hubiese querido jugarle una mala pasada.
Aquello no me impidió continuar; en agosto del 42, en noviembre del 42, en julio del 44, una docena más se añadió a Dodecaedro. En febrero de 1945, La Terre n'est pas une vallée de larmes, publicación surrealista y belga dirigida por Marcel Mariën, publicó nueve de ellos con el título Ejercicios de Estilo; una nota decía: «El autor piensa, de este modo, "tratar el mismo asunto". —un incidente real, por lo demás, y trivial— de un centenar de maneras diferentes. Seguramente esos cien capítulos idénticos en cuanto al tema no dejarán de provocar, leídos en hilera (sic), algún efecto en el lector». Esta nota la había redactado yo, por supuesto.
En el transcurso de 1945, escribí otros dieciocho que aparecieron en diciembre del mismo año en Fontaine. En resumidas cuentas, en tres años, había redactado menos de cincuenta; todo el resto fue liquidado durante el verano de 1946 en Isle-sur-Sorgue. Me detuve en los noventa y nueve, juzgando satisfactoria la cantidad; ni tanto ni tan calvo: el ideal griego, vaya".

Raymond Queneau, 1963


Notaciones
En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo". Le indica dónde (en el escote) y por qué.

Relato
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.

Vacilaciones
No sé muy bien dónde ocurría aquello... ¿en una iglesia, en un cubo de la basura, en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí... pero, ¿qué había allí? ¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor, y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor... más exactamente... por su juventud, adornada con un largo... ¿narigón? ¿Mentón? ¿Pulgar? No: cuello; y por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear —sí, eso es—, sin duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó, concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿Delante de un osario? ¿Delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿De qué? ¿De qué?

Retrógrado
Te deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cundo se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.

Punto de vista subjetivo
No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.

Otro punto de vista subjetivo
Había hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que no abundan afortunadamente porque si no, acabaría por matar a uno. Aquél, un muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora había mucha gente en nuestro autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse cobardemente antes de que o me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobarlo. También le hubiera dicho, para fastidiarlo, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba un botón.

Propaganda editorial
En su nueva novela, tratada con el talento que le caracteriza, el célebre novelista X, a quien debemos ya tantas obras maestras, se ha esmerado en presentar únicamente personajes muy matizados que se mueven en una atmósfera comprensible para todos, grandes y chicos. La intriga gira, pues, en torno al encuentro en un autobús del héroe de esta historia con un personaje bastante enigmático que se pelea con el primero que llega. En el episodio final, se ve a ese misterioso individuo escuchando con la mayor atención los consejos de un amigo, modelo de elegancia. El conjunto produce una sensación encantadora que el novelista X ha cincelado con notable fortuna.

Ignorancia
Yo, no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón trenzado... ¿y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...

Versos libres
El autobús
lleno
el corazón
vacío
el cuello
largo
el cordón
trenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vacío
y el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vacío
y de un botón.

Amanerado
Eran los aledaños de un julio meridiano. El sol reinaba con todo su esplendor sobre el horizonte de múltiples ubres. El asfalto palpitaba dulcemente, exhalando ese tierno aroma de alquitrán que origina en los cancerosos ideas a la par pueriles y corrosivas sobre el origen de sus dolencias. Un autobús, de librea verde y blanca, blasonado con una enigmática S, vino a recoger, junto al parque Monceau, un pequeño pero agraciado lote de viajeros candidatos a los húmedos confines de la disolución sudorípara. En la plataforma trasera de esta obra maestra de la industria automovilística francesa contemporánea, donde se amontonaban los transbordados como sardinas en lata, un pillastre que frisaba la treintena y que llevaba, entre un cuello de una longitud cuasi serpentina y un sombrero cercado por un cordoncillo, una cabeza tan sin gracia como plúmbea, alzó la voz para lamentarse, con amargura no fingida y que parecía emanar de un frasco de genciana, o de cualquier otro líquido de propiedades semejantes, de un fenómeno consistente en empujones reiterados que, según él, tenían como causante a un cousuario presente hic et nunc de la S. T. C. R. P. y le dio a su lamento el tono agrio de un viejo vicario que se hace pellizcar el trasero en un mingitorio y que, por excepción, no le apetece en absoluto tal delicadeza y no entra por uvas. Pero, al descubrir un sitio libre, se lanza en pos de él.
Más tarde, cuando el sol había bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada celeste, y cuando de nuevo me hacía vehicular por otro autobús de la misma línea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañía de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilística, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.


Filosófico
Sólo las grandes ciudades pueden presentar a la espiritualidad fenomenológica las esencialidades de las coincidencias temporales e improbabilísticas. El filósofo que sube a veces en la inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S puede percibir en él con la lucidez de su ojo pineal las apariencias fugitivas y decoloradas de una conciencia profana afligida por el largo cuello de la vanidad y por la trenza sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera entelequia se lanza a veces con el imperativo categórico de su impulso vital y recriminatorio contra la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal inapesadumbrado de conciencia. Esta actitud moral arrastra al más incosciente de los dos hacia una espacialidad vacía donde se descompone en sus átomos elementales y ganchudos.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado
sociológicamente demasiado bajo.

Modern Style
En un ómnibus, una mañana, hacia mediodía, me fue dado asistir a la pequeña tragicomedia siguiente. Un petimetre, aquejado de un largo cuello, y, cosa extraña con un cordoncillo alrededor del bombín (moda que hace furor, pero que yo repruebo), pretextando de pronto una gran prisa, interpeló a su vecino con una arrogancia que disimulaba mal un carácter probablemente pusilánime y lo acusó de pisotearle de forma sistemática sus escarpines de charol cada vez que subían o bajaban damas o caballeros dirigiéndose a la puerta de Champerret. Pero el gomoso no aguardó en absoluto una contestación que sin duda le hubiese llevado al campo del honor y trepó raudo a la imperial donde le esperaba un sitio libre, pues uno de los ocupantes de nuestro vehículo acababa de posar su pie sobre el blando asfalto de la calzada de la plaza Pereire.
Dos horas más tarde, al encontrarme sobre la misma imperial, observé al pisaverde del que os acabo de hablar, que parecía disfrutar sobremanera con la conversación de un joven currutaco que le daba consejos superchic sobre la forma de llevar la esclavina en sociedad.

Injurioso
Tras una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús inmundo infestado por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibía un güito grotesco con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó largándose a un sitio vado todavía húmedo del sudor de las nalgas de su anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.

Distingo
Por la mañana (y no por Ana la maña) viajaba en la plataforma (pero no formaba en la vieja plata) del autobús (no confundir con el alto obús), y como estaba llena (no me como esta ballena) la masa chocaba (y no la más achochada). Entonces un jovencito (y no cito un joven) extravagante (no vago estragante) se dirigió (aunque no digirió) a un sujeto (pero no atado) pacífico (no Atlántico) enojándose (no desojándose) porque éste (no Oeste) le pisaba el pie (no le pispaba el bies).
Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no llovía a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú).

[1] Ediciones Cátedra, S.A., 1999.
[2] Raymond Queneau (El Havre, 1903-París, 1976). Licenciado en filosofía, escribió poesía, novela y ensayo. De 1924 a 1929 su obra se encuadra en el movimiento surrealista; posteriormente pasó por un periodo de preocupaciones de orden existencial y, por último, fundaría un lenguaje nuevo y original, que recuerda un poco al de Joyce, del que forman parte la fantasía, el humor, el argot y el inagotable caudal de interpretaciones al que conduce la polisemia lingüística. En 1938 comenzó a colaborar en la Encyclopédie de la Pléiade, cuya edición coordinó durante 20 años (1955-1975), y en 1951 fue elegido miembro de la Academia Goncourt. Entre su obra destacan: Le grama (1933), en la que aparece ya la preocupación lingüística que sería determinante en toda su obra, Ché"ne et chien (Roble y perro, 1937), escrita en verso y de trasfondo autobiográfico, Pierrot, amigo mío (1942), con el que rinde homenaje a la retórica clásica, Los hijos del viejo limón (1938), Siempre somos demasiado buenos con las mujeres (1947), Zazie en el metro (1959), que un año más tarde fue llevada a la pantalla por L. Malle, El diario íntimo de Sally Mara (1962) y El vuelo de Ícaro (1975); y entre sus libros de poesía: Bucólicas (1947), Pequeña cosmogonía portátil (1949-1950), de carácter paródico, la recopilación Cien mil millones de poemas (1961) y Moral elemental (1975). Pero la fama literaria de Queneau se debe, sobre todo, a su obra experimental Ejercicios de estilo (1947).

Ejercicio de gramática, ortografía y fluidez narrativa

Diseño de Betuel Bonilla Rojas
1. Ubique las tildes en las palabras que, de acuerdo con las reglas tratadas, deben llevarlas:

El escritor esperaba que sus libros fructificasen en el sotano del editor, y asi sucedio un dia despues de muchos años de espera.
Entonces el editor le dijo:
—Le hago un contrato por todo, un contrato segun el cual su cabeza pasara a ser propiedad mia.
El escritor aprovecho el ofrecimiento y firmo la venta de su cabeza.
Pronto se comio los alimentos estipendiados y se moria por no poder ser libre, porque toda su produccion era de aquel editor que ya no le pagaba nada.
Entonces publico con otro editor una obra nueva.
—Esa obra me pertenece —le dijo el editor que habia comprado su cabeza.
—Esta obra que esta teniendo mas exito que todas las otras obras mias no le pertenece.
—¿Como puede ser eso?
—Porque esta obra no ha sido escrita con la cabeza, sino con los pies.
(Contrato editorial-Ramon Gomez de la Serna)

2. Lea cuidadosamente el siguiente recado y ubique las tildes en las palabras que, de acuerdo con las reglas tratadas, deban llevarlas:

Licenciado Jesus Perez Suarez.
A las 4:15 llego la notificacion que usted esperaba. La entrego un mensajero, quien me pidio que le avisara de inmediato porque se trataba de algo urgente. La deje en el salon de juntas porque su oficina esta cerrada. Ademas, le pedi a Maria Jose que intentara ubicarlo en la estacion de radio, donde quiza podria localizarlo.

3. Lea cuidadosamente el siguiente fragmento y explique debido a qué reglas deben tildarse las palabras subrayadas:

Ya en la isla conocían todos, y en España hablaban de él. Era flaco, y de nariz muy larga, y la ropa se le caía del cuerpo, y no tenía más poder que el de su corazón (…) Le parecía que era su mano la que chorreaba sangre, cuando sabía que, porque no pudo con la pala, le habían cortado a un indio la mano: creía que él era el culpable de toda la crueldad, porque no la remediaba. Sintió como que se iluminaba y crecía, y como que eran sus hijos todos los indios americanos. De abogado no tenía autoridad, y lo dejaban solo. De sacerdote tendría la fuerza de la Iglesia, y volvería a España, y daría los recados del cielo, y si la corte no acababa con el asesinato, con el tormento, con la esclavitud, con las minas, haría temblar a la corte.
(El padre Las Casas. José Martí)

4. Ubique los signos de puntuación que correspondan en el siguiente texto:

En la pasada reunión del Consejo Académico celebrada en la Biblioteca César Pérez García se resolvió lo siguiente designar al doctor José David Tovar coordinador del Programa de Contaduría Pública como encargado general de Currículo al doctor Henry Rubiano director del CIUCC como responsable de la parte investigativa en general a la doctora Martha Monsalve coordinadora del programa de Comunicación Social como encargada de la parte de promoción de los programas académicos y a la doctora Martha Estela Cadena directora de Registro y Control como responsable de lo concerniente a las convocatorias para pagos oportunos de matrículas se espera que dependiendo de las fechas contempladas para cada uno de los trámites las personas nombradas empiecen su labor oportunamente

5. Ubique los signos de puntuación que correspondan en el siguiente texto:

A la reunión de fin de año asistieron las siguientes personas Juan el electricista Pedro el bibliotecario Jesús el maestro de obra Carlitos el mensajero Luz María la secretaria general Iván el de servicios generales Tobías el vigilante Carmen la de las fotocopias Saúl el encargado de deportes Viviana la secretaria del doctor Aldemar y Graciela la señora de la portería
¿Cuántas personas asistieron a la reunión?: _________________

6. Con el siguiente listado de oraciones elabore un texto narrativo coherente, ubicando debidamente los signos de puntuación correspondientes:

a) Ana María cerró la puerta con doble llave, por si las moscas
b) Mariana muy asustada dio la orden de que todos salieran porque estaba temblando
c) Efraín el ascensorista oprimió el botón y les abrió con prisa
d) Julián el contador cerró los cajones del escritorio corrió de prisa hacia la puerta y la siguió
e) Antes de que alguno se moviera el circuito cerrado de televisión avisó a todos los del quinto piso que por razones de seguridad era mejor usar el ascensor
f) Ana María se había demorado buscando las llaves y por eso salió de última
g) De pronto sonó el teléfono
h) Carlota la secretaria no tuvo tiempo de apagar el computador y salió disparada hacia la puerta detrás de Julián
i) Mariana contestó y abrió los ojos como sorprendida
j) Teresa la tesorera la más cercana a Mariana fue la primera en salir despavorida
k) Todos miraron a Mariana y sin que ella dijera algo leyeron en su mirada el horror
l) Cuando se reunieron en el pasillo ya el ascensor iba llegando al quinto piso
m) Mariana se había quedado esperándola
n) Ya adentro sonriendo nerviosos se sintieron un poco más seguros
o) Luego salieron Mariana y Ana María cogidas de la mano
p) Los demás pisos debían usar las escaleras
q) No se hicieron esperar

7. Ubique los signos de puntuación que correspondan en el siguiente texto:

Para esta prueba de puntuación se deben tener en cuenta los siguientes casos el punto con todos sus usos la coma con todas sus posibilidades los puntos suspensivos aun cuando se combinan con otros signos y la interrogación incluso cuando también se combina con otros signos.

8. Ubique los signos de puntuación que correspondan en el siguiente texto:

Al otro a Borges es a quien le ocurren las cosas yo camino por Buenos Aires y me demoro acaso ya mecánicamente para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico me gustan los relojes de arena los mapas la tipografía del siglo XVIII las etimologías el sabor del café y la prosa de Stevenson el otro comparte esas preferencias pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil yo vivo yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica
(Borges y yo-Jorge Luis Borges)

9. Ubique coma o punto y coma cuando el caso, según las reglas, lo amerite, y explique por qué, en una u otra circunstancia, se utiliza:

a) Iré pero más tarde
b) El punto y coma es un signo que en ciertos momentos puede tener una forma subjetiva de asumirse sin embargo hay otros casos en que es indispensable su uso
c) Carlos el hijo de Luis es buen estudiante Juan el hijo de Pablo no
d) Inés sal de allí
e) Pepe corre a traer el periódico
f) Los soldados cansados volvieron al cuartel

10. Indique en las siguientes oraciones, según el acento diacrítico, cuáles palabras subrayadas deben tildarse y cuáles no. Establezca las diferencias entre una y otra:

a) El hombre le ruega a la señora para que le de algo de comer
b) Si al niño se le atiende antes hubiera podido volver en si
c) Si, yo voy, pero si va Martha
d) Yo no se por qué María se fue temprano del trabajo
e) Todos los martes el sale temprano y toma el colectivo en la esquina
f) Aun no es hora de irnos; dijimos que aun los sábados trabajaríamos hasta la una
g) ¿Por qué vino solo? El llamado de atención era solo para Pablo
h) Tu verás si trabajamos en tu casa o en la mía
i) Estas pruebas son duras para mi; mi fuerte son las mayúsculas
j) Los asistentes al taller estudiaron acentuación mayúsculas puntuación y gramática y aprendieron mucho

11. Con el siguiente listado de oraciones elabore un texto narrativo coherente, ubicando debidamente los signos de puntuación correspondientes:

a) Estela sostenía a José y le sacaba los piojos con paciencia reventando cada ejemplar con sus uñas
b) Cuando llegó hasta la puerta ésta se abrió como si hubieran estado esperando su llegada
c) Y el hombre iba a eso
d) Carmen miraba hacia la puerta y de vez en cuando le alcanzaba el cono de hilo
e) Venía de lejos y se podría decir que era el caballo el que lo guiaba
f) Entró por la calle principal del pueblo cerrada por el último asesinato y avanzó derecho en dirección a la casa del fondo.
g) Ninguno diría quién había sido el asesino
h) Aun así las cuatro personas que estaban en la sala María Carmen Estela y José el abuelo de Isaías ni siquiera le preguntaron qué quería
i) Cuando la puerta se cerró de un golpe hubo un silencio que congeló las paredes
j) María tejía
k) Había cierta pesadez en la atmósfera
l) El visitante tenía ojos tristes cansados y era de piel morena
m) Cada uno estaba concentrado en lo suyo en una piel morena que caía

Respuestas a los ejercicios 6 y 11

(g)-De pronto sonó el teléfono. (i)-Mariana contestó y abrió los ojos, como sorprendida. (k)-Todos miraron a Mariana y, sin que ella dijera algo, leyeron en su mirada el horror. (b)-Mariana, muy asustada, dio la orden de que todos salieran porque estaba temblando. (e)-Antes de que alguno se moviera el circuito cerrado de televisión avisó a todos los del quinto piso que por razones de seguridad era mejor usar el ascensor. (p)-Los demás pisos debían usar las escaleras. (q)-No se hicieron esperar: (j)-Teresa, la tesorera, la más cercana a Mariana, fue la primera en salir despavorida; (d)-Julián, el contador, cerró los cajones del escritorio, corrió de prisa hacia la puerta y la siguió; (h)-Carlota, la secretaria, no tuvo tiempo de apagar el computador y salió disparada hacia la puerta, detrás de Julián; (0)-Luego salieron Mariana y Ana María, cogidas de la mano. (f)-Ana María se había demorado buscando las llaves y por eso salió de última. (m)-Mariana se había quedado esperándola. (a)-Ana Maria cerró la puerta con doble llave, por si las moscas. (l)-Cuando se reunieron en el pasillo ya el ascensor iba llegando al quinto piso. (c)-Efraín, el ascensorista, oprimió el botón y les abrió con prisa. (n)-Ya adentro, sonriendo nerviosos, se sintieron un poco más seguros


(e)-Venía de lejos y se podría decir que era el caballo el que lo guiaba. (f)-Entró por la calle principal del pueblo, cerrada por el último asesinato, y avanzó derecho, en dirección a la casa del fondo. (k)-Había cierta pesadez en la atmósfera. (b)-Cuando llegó hasta la puerta ésta se abrió como si hubieran estado esperando su llegada. (l)-El visitante tenía ojos tristes cansados y era de piel morena. (h)-Aun así las cuatro personas que estaban en la sala, María, Carmen, Estela y José, el abuelo de Isaías, ni siquiera le preguntaron qué quería. (m)-Cada uno estaba concentrado en lo suyo, en una piel morena que caía: (j)-María tejía; (d)-Carmen miraba hacia la puerta y de vez en cuando le alcanzaba el cono de hilo; (a)-Estela sostenía a José y le sacaba los piojos con paciencia, reventando cada ejemplar con sus uñas. (i)-Cuando la puerta se cerró de un solo golpe hubo un silencio que congeló las paredes. (g)-Ninguno diría quién había sido el asesino. (c)-Y el hombre iba a eso.